Señoras y señores:
Evocar a Paco Espínola, rendir homenaje a Paco en este acto realizado en su San José natal, es para nosotros tarea difícil y conmovedora. Su recuerdo nos supone amalgamar la emoción personal, la admiración literaria, el recuerdo de una vieja y entrañable amistad y, en ciertos periodos, sentir en presente los días pasados de militancia común en la arena política y en la alternancia con sectores del pueblo, con los cuales juntamente dialogamos.
Al hablar de Paco no puedo separar su imagen pluri-dimensional de hombre y escritor que se convirtió en un clásico de la literatura uruguaya, de su actitud civil, de su amor indeclinable por la libertad, por la clase obrera y el pueblo, que un día lo hizo combatir en Morlán contra la dictadura de Terra, bregar por España republicana y por Cuba, o ser uno de los fundadores del F.l. de L., culminando todo ello por su ingreso al Partido Comunista y el discurso medular y memorable que con el corazón en la mano pronunciara ese día. Con esta recordación no pago un ápice de sectarización de la figura de este intelectual que es hoy de la patria y de todo su pueblo. Siquiera quiero insistir en el estudio del peculiar recorrido de este hombre y de este escritor de origen blanco, hijo de caudillos blancos, que llegara un día, a través de la ternura y la lucha, a las tiendas del marxismo - leninismo.
Paco supo ser un grande de la literatura de Uruguay y América Latina siendo, en éstas sus dos facetas fundamentales, siempre, un intelectual comprometido. Lo recordamos con inmenso cariño, lo vemos todavía con su ropa negra casi pastoral, los lentes cabalgando sobre la nariz aguileña, el pelo tanto o más negro que el traje, y la boca entreabierta en una semisonrisa de la cual manaban, entre cigarro y cigarro, palabras cuasi evangélicas, hermosas parábolas, fábulas campestres, el manejo de categorías estéticas, o de juicios frescos y originales acerca del libro de Job, de la Ilíada, del Arcipreste de Hita, o de Cervantes, y sobre todo, una oración permanente acerca de la bondad natural del hombre, del amor por los pobres y de condena a todas las alienaciones de una sociedad basada en la explotación social, en la miseria y en la frustración. Todo ello empapado pertinazmente por una contagiosa y emocionada ternura, que lo acompañó toda la vida, desde la “Raza ciega”, que sus cuentos volvían vidente, y que alcanzaba hasta las prostitutas con almas de niña de “Sombras sobre la tierra”. Paco amaba al pueblo y en particular a la juventud. De ahí nace su frase casi aforística y tan hermosa. “Se debe hacer por los hombres algo más que amarlos".
Amar a los hombres es bregar sin pausa sin tregua para cambiar la realidad social que hace desgraciado al hombre. Paco se encontraba así con Carlos Marx, el Marx juvenil que escribiera: “Si el carácter del hombre es producto de las circunstancias es preciso por lo tanto humanizar las circunstancias”.
¡Cómo hubiera sufrido Paco la horrenda realidad de la dictadura que el pueblo derrotó y que tras el terror y la picana eléctrica, los desaparecidos y asesinados nos deja una tierra torturada y en crisis, con sus miles de desocupados, de niños mendigos, de sórdida pobreza, de hombres corridos de la tierra y familias esparcidas por todas las latitudes!
Paco no pudo ver este terrible período de nuestra historia. Paco murió el día de junio que asesinaron la libertad. Entonces lo llevamos de nuestra casa partidaria, en Sierra 1720 —después depredada— hasta el Cementerio Central, en columna crispada, que junto a la huelga general estallada el mismo 27 de junio, fue seguramente la primera manifestación por la libertad y la democracia, donde se reunieron hombres de todos los partidos, intelectuales de nota, dirigentes sindicales y jóvenes de mirada ceñuda. Algunos como yo, emergimos desde la flamante clandestinidad que comenzaba, para participar en esa columna, para despedir a Paco, para rendirle un homenaje que era ya voluntad de recobrar la patria y la libertad. Paco muerto pero en hombros del pueblo reafirmaba el sentido profundo de su vida y su obra. En la misma hora cuando la noche caía sobre la patria.
Tres vertientes manan de mi memoria cuando evoco a Paco. Una, el gran escritor. Dos, el hombre y el amigo. Y tres, el Paco que' transita siempre fiel a sí mismo, de la tradición (en todos los sentidos: blanco de raíz, apegado a lo criollo, siempre maragato) a la lucha social y al comunismo.
En la primera vertiente, el Paco escritor. Fue a principios de los arios 30 —justamente en 1930— que descubrimos a Paco y nos encontramos con él. Veníamos del interior, de nuestros pagos de Cerro Largo, apenas adolescentes, hambrientos de lecturas, atribulados de interrogantes sociales, políticas, filosóficas, cuando llegó a nuestras manos “Raza ciega”, el libro que catapultó a Paco a la fama rioplatense y que marca sin duda un hito en nuestra historia literaria. Nuestra impresión fue intensa. Por ese entonces la crisis mundial repercutía en la sociedad uruguaya. Los estudiantes tomamos la Facultad cuando la segunda Reforma Universitaria. Nuestra inquietud era social y política pero nos sacudía el temblor renovador que en la literatura y el arte vivía el país. En ese tiempo las vanguardias literarias y artísticas buscaban expresarse bajo la influencia del surrealismo, del cubismo, del ultraísmo, de todo eso que Zum Felde llamó entonces Estética del Novecientos. Por otro lado, Zavala Muniz, Bernabé Michelena, Cúneo, Arzadun y otros, querían encontrar una expresión más definidamente nacional. Por su parte, Fernán Silva Valdez incursionaba en el nativismo y Pedro Leandro Ipuche inventaba el “gauchismo cósmico”. Paco Espínola aparecía con su rostro propio, modulaba su propio mensaje criollo y nacional sin separarse de las vanguardias. Era un tradicionalismo renovado, profundizado en lo social y psicológico, sin pintoresquismo ni oropeles gauchescos más o menos exteriores. Tampoco era ese gauchismo ultraísta de hijo del patrón de Ricardo Guiraldes y menos el ya sobrepasado nietzscheanismo de presidente de la Federación Rural de Carlos Reyles. “Raza ciega” era un libro auténticamente nativo que a la vez se movía en profundidades humanas, en ternuras evangélicas, en buceos psicológicos y en interrogantes sociales y a veces filosóficas que lo asemejaban a la gran literatura rusa, siendo raigalmente a la vez y siempre, criollo.
Nuestra novísima generación, que descubría el surrealismo pero también la novela soviética y su revolución, tuvo, a pesar de su iconoclastia, inmediato respeto y admiración por Paco.
¡Paco era tan moderno y novedoso y a la vez tan criollo y nacional que hacía aparecer el nativismo de otros como un juego superficial! Muchos años después, en apuntes sobre “Don Juan el Zorro", Paco escribiría: "La lengua está manejada para que dé una fulguración nueva en la narrativa latinoamericana. Esto consigue ser a la vez fiel al arte y fiel a nuestra psicología en lo que la evidencia en nuevas formas de lenguaje. He cuidado que las acepciones típicas de los vocablos y de los giros sean los que conocidos en mi niñez, continúen vigentes hoy, lo que asegura que no son circunstanciales, que obedecen a índoles profundas. Cuando la sintaxis se violenta es para mantener indemnes así matices también representativos”. (1)
Paco es realista al extremo. Los personajes de ‘‘Raza ciega” son hombres del pueblo, están proyectados en dimensiones sociales, humanas y psicológicas conmovedoras y trágicas. Ahí en sus cuentos alternan quizás Esquilo con Dostoievsky y Gorki, pero si hay que buscarle parangón nacional habría que compararlo con el mejor Florencio Sánchez, salvando las inmensas distancias. Se le atribuye una influencia original de Javier de Viana, pero la diferencia entre ambos es abismal, entre el naturalismo de Viana y el realismo creador de Espínola.
El itinerario creador de Paco —hombre de pocos y grandes libros y de mucha labia— comenzó, según cuentan los críticos, por versos púberes que nunca conocimos. Sigue con “Visita de duelo”, cuento recogido en 1983 en la edición de cuentos completos que edita Arca. En 1933 publica “Sombras sobre la tierra". Adviértase: Paco publica su principal novela (él llama poema narrativo a “Don Juan el Zorro”, como anota Visca) en 1933, año de la dictadura. Paco muere 40 años después cuando es asesinada la libertad del país.
Como se sabe, Paco incursionó en el teatro con una obra de inspiración surrealista, “La fuga en el espejo”, y acuñó sus meditaciones estéticas en otro libro “Milón o el ser del circo”. En fin, nos legó, inconclusa como la célebre sinfonía, esa gran epopeya criolla que es “Don Juan el Zorro". Sin que en el registro de su obra se deba olvidar ese impagable relato para niños titulado “Saltoncito”.
¡Cuántos años nos habló Paco a todos de “Don Juan el Zorro”! Era para él la gran obra sobre el campo uruguayo y sus rotaciones sociales. Como en las fábulas greco-latinas, Paco hace hablar y vivir a los animales. Capta el más rico folclore de nuestro campo y nos otorga, a través de la fábula, “los personajes típicos en circunstancias típicas” que reclamaba Engels para la gran novela. Pero el Paco que reescribe “Don Juan el Zorro”, no es ya el mismo de “Raza ciega”, aunque su autenticidad nativa sea la misma. En “Raza ciega”, Paco narra, sufre y medita, pero guarda cierta distancia con sus personajes. Estos pueblan su ojo y su corazón, pero Paco no es el protagonista con otros nombres. De ahí la ternura y hasta la cierta dulce ironía que bañan sus creaciones a ratos feroces. Empero, ya en “Sombras sobre la tierra” Paco se encarna en Juan Carlos, el protagonista, y las preguntas que éste se formula y la visión de sus prostitutas y bebedores de caña es la visión tierna, casi evangélica, del propio Paco. La novela no es autobiográfica, pero allí están los interrogantes que Espínola se formula. Por ejemplo, en el soliloquio donde declara que “la inteligencia es un pérfido agente de destrucción”. Ahí aparece ostensible el dilema de Paco: ¿Hacia dónde va Juan Carlos? ¿Hacia la religión? ¿La evasión alcohólica? ¿Hacia la duda nihilista que se convierte en aristocratismo intelectual solitario? ¿O a partir de esa gente, y de su desgracia, va a andar para elevarlos a la redención social y humana, va a descubrir la ley detrás del fenómeno? Es decir, o va de la mano de sus personajes a concebir el mundo y el arte como objeto de contemplación o va con la herramienta de la organización iluminada por la conciencia a transformar el hombre y la sociedad. Y Paco avanzó a través de su creación heroica en este último camino. Ya lo había entrevisto cuando había hecho proclamar al personaje de su cuento “Lo inefable” esta frase señera:
El dilema quedó pendiente en Juan Carlos, pero Paco lo incubó hasta resolverlo. De ahí su frase definitiva: por los hombres hay que hacer algo más que amarlos. La respuesta la pudo dar Paco mismo. Y la dio en el plano personal y político - social, y la dio en el plano literario con “Don Juan el Zorro”.
Me permitirán rememorar una incidencia personal, ya que a ella aludió Paco en notorio discurso, cuando ingresó al Partido Comunista. Corría 1933. Luchábamos contra Terra. La dictadura fue para Paco, Paso de Morlán. Para mí los sótanos del Cuartel de Bomberos, el plantón de las esposas americanas. En la izquierda se debatía acerca de “Sombras sobre la tierra" con posición negativa. En contestación, escribí un pequeño ensayo de adolescente exaltando a Paco, pero formulando el interrogante: ¿Hacia dónde va Paco-Juan Carlos? Paco respondió en forma definitiva décadas después. En su creación de ingreso al Partido Comunista recuerda el modesto ensayo de mi experiencia juvenil, y proclama: ¡aquí estoy! Décadas después el intelectual maduro responde por la positiva. Pero esa respuesta la dio también en el plano literario con “Don Juan el Zorro” en su última versión. Frente a la injusticia, el zorro legendario y astuto del folclor campero se convierte en un vengador social. Como escribe con acierto Sergio Visca: “el zorro de la saga popular rioplatense, cuya picardía es tan grande como su astucia, se convierte en la novela de Espínola en paladín de los desamparados y perseguidos sociales y en representante paradigmático de los hombres libres".
Este libro admirable llegó a mis manos en el exilio, cuando junto a Alcira Legaspi lo recibimos enviado por una entrañable amiga, Victoria Espínola de Bonavita, valerosa mujer que en su vejez y sumamente enferma, colaboró con nuestra gente hasta el último aliento en la lucha clandestina y heroica contra la dictadura. A ella, la hermana de Paco y esposa de Luis Pedro Bonavita —ambos maragatos— vaya aquí nuestro homenaje.
En la segunda vertiente de mi memoria evoco a Paco hombre, el amigo admirable, el conversador sin tregua, al que se debería haber perseguido noche y día con grabadores para atesorar su meditación coloquial. Siempre estéticamente importante, siempre grávida de amor al pueblo, y en los últimos años, siempre circulando en un auditorio juvenil, de esa juventud comunista a la que pertenecía su hija y a la que Paco recuerda cariñoso en su célebre oración de afiliación al Partido. La conversación de Paco unía a veces la ternura de un niño y la sabiduría bronca de un barbudo profeta bíblico.
Es que este Paco, hombre y amigo, no se separa del otro que surge en la tercera vertiente de mi memoria. Del Paco combatiente por la libertad y por la felicidad del hombre. Paco fue siempre un escritor y un hombre comprometido con la patria, con la democracia, la paz y la humanidad. Basta enumerar algunos momentos miliares de su vida:
1933-35. Paco escritor ya célebre tendido sobre la barriga en la verde pradera de Morlán, esgrimiendo según él un fusil descompuesto.
1936-39. Paco con tantos otros grandes artistas y escritores uruguayos milita por España republicana y antifascista.
1941-45. La peculiar imagen de Paco transita entre este pueblo que repudia al nazismo y rinde homenaje al vencedor soldado soviético.
1948-50. La brega por la paz mundial y por la prohibición de la bomba atómica reúne pueblos de todas las latitudes. Entre ellos, sabios, escritores y artistas. Joliot-Curie, Picasso, Paul Eluard, Luis Aragón, Ehrenburg, Nicolás Guillén, Rafael Alberti y podríamos seguir. En el Congreso de Varsovia que dio origen al Movimiento Mundial por la paz y la prohibición de las armas nucleares, representaban a Uruguay dos grandes escritores: Paco Espínola y Enrique Amorim. Representaban un comité muy amplio donde alternaban Obdulio Varela, Peloduro y Romeo Gavioli con figuras políticas, sindicales y jóvenes estudiantes.
1959-61. Latinoamérica se estremece. La revolución cubana conmueve nuestro país y el mundo. Entre las multitudes clamorosas se puede advertir el perfil de tres grandes maragatos: nuestro Paco, el incorruptible Luis Pedro Bonavita y el gran filósofo Luis Gil Salguero. Ellos más tarde darán nacimiento al Frente Izquierda de Liberación, antecedente de unidad para la izquierda.
La definición política de Paco viene preparada por toda su vida, por su amor al pueblo, a los desamparados, por la tradición artiguista, incluso por su propia visión libertaria de la historia nacional.
Los tres grandes maragatos llegan juntos por atajos distintos: Paco, a través del buceo literario de su propia obra y su devoción por la libertad. Luis Gil Salguero —pensador admirable— transitando por la “selva oscura” de la filosofía. Luis Pedro Bonavita, también devoto de la libertad, también, como los otros, cargaba sobre el corazón y no renegaba de ella, la tradición blanca de sus antepasados. Cuando le ofrecimos a Luis Pedro Bonavita la presidencia del F. I. de L., me dijo, conduciéndome a su escritorio cubierto de retratos: yo vengo con mis sombras ilustres. Y me mostró el parte de guerra de su padre, jefe u oficial de la división San José durante las sangrientas cargas de Tupambaé.
De los tres, Paco explícitamente llegó a nuestro Partido. Los otros fueron grandes amigos. Paco, tan exigente en materia de conductas, no se hubiera arrepentido luego de estos tremendos años de la dictadura. Con miles de presos, torturados, desaparecidos y clandestinos contribuimos a la gran obra de todo el pueblo sin distinciones de rescatar la democracia. Entre los presos y torturados estaba Mecha, la hija de Paco, inquilina por largos años del sórdido y sádico Penal de Punta de Rieles.
Paco murió el día del asesinato de la libertad. Vivo hubiera vuelto otra vez a todos los Morlanes, a los de la cárcel, la tortura, la clandestinidad y el exilio. Su flaca y desgarbada figura estaba con nosotros allí donde se combatía y se vencía el tormento y la muerte.
En el discurso de su definición política de 1971 Paco se remitió al profeta Amós y a su tan actual sentencia bíblica:
“Ay de los que establecen leyes y determinan tiranías; por negar justicia a los pobres y quitar el derecho a los afligidos; por despojar a la viuda y al huérfano”. El gran intelectual hermanaba así la libertad y la justicia social, la democracia y el pan.
Era un gran escritor, pero ante todo era un gran uruguayo —que honró al país y a la literatura. Es nuestro, es de la patria, es de todos ustedes.
(1) "Don Juan el Zorro”. Manuscritos citados por el prologuista Sergio Arturo Visca.