Una indisposición del Sr interventor del Sodre, don Luis Torres G., ha hecho preciso suspender su anunciada disertación sobre la danza de Clotilde y Alejandro Sakharoff, que esta tarde se presentan de nuevo en Montevideo, la ciudad americana que los ha amado más porque los ha comprendido mejor.
Queda, pues, con ustedes, el arte supremo y provocador de estas dos criaturas maravillosas. En medio de las tinieblas que se espesan sobre la cultura del mundo, ellos, con su función sin par, gracias a la visión de belleza que ofrendan a los hombres, contribuyen a sostener la esperanza insobornable en que el espíritu no puede ser detenido en su labor creciente de perfeccionamiento humano. “Carne eres y no ángel” clama la voz de Kempis. Sí, pero carne melodiosa de nostalgias, y elevándose por encima de sus propias limitaciones, superándose hasta divinizarse en la trascendencia de su amor.
Manifestaciones estéticas como las de esta tarde, que la intervención del Sodre se ha propuesto expresamente hacer accesibles a la mayoría, toman posición inmediata, por el simple hecho de su ejercicio, en la lucha general del mundo civilizado contra la irrupción de la barbarie; contribuyen como el diapasón insistente y necesario al que precisa ajustarse toda alma para hallarse en condiciones, en la futura comunión de los pueblos definitivamente dueños de su destino, de crear esa sinfonía de justicia, de bien y de belleza que el hombre sabe posible y cuyo arquetipo ha ido revelándose, siempre más nítido, a través de los siglos, en todos los sueños de su corazón. Acogedlas en lo más íntimo de vosotros y renovaréis así el sentimiento de cómo es ineludible que la ternura y la gracia sean sobre la tierra, de una vez por todas, más fuertes, mucho más fuertes que la fuerza misma, y orienten e impulsen decisivas en el porvenir la vinculación entre los seres.